20 de agosto de 2015

Cielos celestes



Esas luces que nos alumbraban ayer hoy se apagan lentamente. Ya no brillan con la misma intensidad y poco a poco nos abandonan a nuestra suerte. Una sombra intensa crece cada día más y se vuelve todo oscuro. 

Ayer eras tú quien sujetaba mis manos para saltar al otro lado del río, y eso me ayudaba a descubrirme tal y como yo quería verme. Yo atendía cual alumno en una clase de infantil. Todo allí es nuevo, es seguro,  y a cada minuto el universo se expande y llena de conexiones y emociones que jamás volverán a repetirse en una mente en constante movimiento.

Ayer tú y yo éramos un juego de niños que compartía risas en el jardín, tumbados sobre sobre la hierba y mojándonos el pelo. Hubiéramos, juntos, navegado mar adentro y sin pensar. Escalado las montañas más altas para alcanzar un trozo de ese cielo tan celeste. Hubiéramos acampado justo en aquel lugar donde las palabras pierden su sentido y solo los besos significan más por cada instante.

Sobre nuestras cabezas hoy se posa la incertidumbre de un cielo al que, al final, no le robamos el color y sentados por separado, cada uno donde le corresponde, miramos hacia las montañas infinitas desde el suelo y hacia ese mar más peligroso de lo normal. Qué decir, al final nos echamos para atrás en este juego que parecía no tener final.

Hoy no somos más que sombras deambulando en un entorno hostil y sujetos al misterioso futuro. Perdidos , quizás, y pensando más allá de lo que realmente somos capaces de soportar.

A través del espejo


Esta vez no voy a echarle las culpas al pequeño conejo blanco que se coló en mi cabeza un domingo por la tarde, y a base de cerveza nos pusimos al día. Él no va a cargar con esto hoy, sólo debía escuchar, trago tras trago. Y nos pusimos a charlar. Cogidos de la mano, no lo pensé dos veces y me lancé al vacío sin saber más.

Y nada me importó.

Con toda su buena intención, sólo quiso guiarme a través de los caminos que separan los tópicos típicos ocultos en la maleza de la sociedad. Caminamos hacia aquel lugar donde la falsa realidad , poco a poco, se despeja y esa bruma espesa se difumina mostrando el auténtico camino que, aunque rodeado de espinas, es más seguro atravesar que rodear, pues es la mejor y más adecuada forma de comprensión, frente a la creencia ciega vendida y envasada en tubos de rayos catódicos, aptos para todos los públicos.

Caminamos confiados y apoyados, brazo sobre el hombro, y con más rasguños de los deseados al caer, repetidas veces, debido al cansancio, sobre las púas. El silencio nos acompaña desde que salimos. Siempre ha estado presente este molesto agosto en el camino que , poco a poco, se hacía más y más angosto, y que fue marcando nuestras frentes a fuego lento, por el calor bochornoso. Arriba, un sol risueño ajeno a nuestros planes, ajeno a nuestra meta, ajeno a nuestro cambio, que nos mira sin importarle nada y se ríe ante cada intento, ante cada fracaso, ante cada paso en falso. Cada vez se volvía todo más difícil y el final aún está lejos.

La noche nos avisa con susurros de su llegada, y el camino de las luciérnagas se ilumina, el canto de los grillos aumenta y se vuelve ensordecedor, la luna comienza a desnudarse y las estrellas nos miran con ojos hambrientos, como esperando a que caigamos rendidos para devorarnos en el más absoluto sigilo.

Ahora comprendo que hacia este horrible lugar Alicia no quiso mirar, y por ello y sin saberlo, el conejo blanco, perdido en alcohol, quiso que yo lo viera. Aquel camino recto, intenso, forzado, ecuánime y basado en la eterna pregunta sin respuesta. El camino infinito que nos va rasgando las ropas y que poco a poco nos desnuda y seca el lagrimal, haciéndonos sentir cada vez más perdidos y con ganas de escapar. Todo para darse cuenta que vivimos rodeados de paradigmas abrasantes que nadie va a parar a pensar.

3 de agosto de 2015

Blue Moon.

 
La noche más preciosa que jamás se haya podido observar. La luna, radiante, hermosa y a penas unas pocas nubes que la arropan y la acompañan en la noche. Su luz atraviesa mi ventana, iluminándome la cara y dejándome pensar libremente, sin barreras, tal y como a mi me gusta hacer.

La noche más perfecta pone puno y seguido a una historia en Reino Unido. Sin duda, bonita pero corta. Y cuando más empezaba a acostumbrarme, pon tus alas a volar y cambia de lugar. Se quedan atrás cosas que me hicieron cambiar, amistades casi a mitad y otras a punto de empezar y ¿Quién sabe si volverán? Haremos lo posible por que así sea y un "Hey, nos volvemos a encontrar ¿Qué tal te va? ¿Qué tal te fue? ¿Qué tal te irá?".

Esta noche, esa luz ilumina un viaje de regreso con una mochila llena de momentos. Qué bonita noche y así la recordaré, tal y como fue. Con su sabor a Tailandés. Efímera como el conejo blanco al que, sin dudarlo, comencé a seguir sin preguntar dónde demonios irá... ¿Taiwan, Hungría, Canadá, Escocia, Venezuela o mi hogar? ¿Y dónde queda mi hogar?

Ojalá pudierais ver lo que yo veo, sentir lo que yo siento. Esta perfecta noche iluminada, silenciosa tras mi ventana.