6 de septiembre de 2015
Quizás esté loco
Últimamente siento que el mundo está perdiendo todo el sentido intelectual posible. Antes ya tenía esa sensación pero poco a poco se agrava a cada minuto que dedico a descubrir nuevos focos sociales, más allá de aquellos en los que me siento cómodo y seguro que por suerte aún son grandes e infinitos.
Tengo la sensación de que nos dejamos llevar más por nuestras partes cerebrales poco procesadas y primitivas que por las que al final resultan ser duraderas y significativas. ¿Dónde queda la paciencia? ¿El camino? Esas viejas tradiciones se están perdiendo y ahora sólo se busca aquello que nos dicen que debemos buscar. Sabemos donde ir a mirar y si somos listos hasta podemos averiguar qué será lo siguiente.
Divagamos y caminamos con la preocupación de vaciar nuestro cuerpo de hormonas para volver a rellenarlo sin cuestionarnos realmente qué queremos, qué nos gusta, por qué nos gusta, y qué queremos conseguir a largo plazo. Sí, a largo plazo. Ahora impera el impacto temprano, el corto plazo que al final solo sacia provocando más hambre ¿intelectual?.
A estas alturas ya nadie valora ciertas cosas , ya no se buscan conexiones con nadie, no se escucha y todo se vuelve más ciencia-ficción que nunca. Es triste decirlo pero últimamente tengo la sensación de que una sonrisa vale cada vez menos, una buena palabra o incluso el ser educado.
Pero quizás esté loco ¿Quién sabe?
2 de septiembre de 2015
Justo al atardecer
Vamos a observar entre los espejos de esta habitación lúgubre y sombría como, poco a poco, se expanden las ideas y los rostros se desfiguran al vaivén de los candiles. Las cortinas se descuelgan y ella me sonríe. Aún no sé qué busca. Junto a la ventana está la cama, se sienta. Justo aquí comienza la tormenta.
Prefiero esconderme de los rayos y mojarme con la lluvia. Abrir la cristalera y sacar la cabeza, pero ante ella prefiero callar y acusarme de todo aquello que no supe o pude decir. Me impone, lo aseguro. Sin duda será un placer quedarme aquí sentado y en silencio, para observar su cuerpo iluminándose con cada uno de los relámpagos; ya perdí la cuenta, y ya casi quedo ciego.
Enmudezco ante ella. De una u otra forma se hace grande y a mi me queda tanto por decir, tanto por hacer, tanto por aprender. La tormenta me ensordece y no puedo más que ceder ante sus movimientos. Hipnotizado, a veces titubeo , a veces hasta tiemblo, pero por suerte me calmo entrelazándome a su mano.
Poco a poco crecen mis ganas de cruzar el umbral donde la angustia se esconde y sólo queda su paz. Poco a poco, esta tormenta crece y nada la puede parar. ¿Y ahora por qué iba a querer despertar? Ahora que no estoy aquí contigo, ahora que tú vas dando vueltas sobre otras camas, en otros lugares, dime, ¿Dónde estás? Ahora que la tormenta ya no existe y ya ni recuerdas qué o quién soy.
Lo que sucede tras la puerta y mientras yo me desgañito a cada instante, muy poco te importa. Y mientras, a cada paso en falso mi voz se destroza e incansable, ningún efecto en ti sucede y todo esto cada silenciosa tarde, augurando una larga noche, sí me entristece.
Hoy por fin lloré y mis párpados, con los recuerdos, humedecieron el cuello de mi camisa, y tú ya no estabas ahí. Asustado y acurrucado junto a la ventana, sobre aquella cama, me escondí. Casi me salto mis normas, y juro que lo intenté mil veces, me prometí no ceder.
Prefiero esconderme de los rayos y mojarme con la lluvia. Abrir la cristalera y sacar la cabeza, pero ante ella prefiero callar y acusarme de todo aquello que no supe o pude decir. Me impone, lo aseguro. Sin duda será un placer quedarme aquí sentado y en silencio, para observar su cuerpo iluminándose con cada uno de los relámpagos; ya perdí la cuenta, y ya casi quedo ciego.
Enmudezco ante ella. De una u otra forma se hace grande y a mi me queda tanto por decir, tanto por hacer, tanto por aprender. La tormenta me ensordece y no puedo más que ceder ante sus movimientos. Hipnotizado, a veces titubeo , a veces hasta tiemblo, pero por suerte me calmo entrelazándome a su mano.
Poco a poco crecen mis ganas de cruzar el umbral donde la angustia se esconde y sólo queda su paz. Poco a poco, esta tormenta crece y nada la puede parar. ¿Y ahora por qué iba a querer despertar? Ahora que no estoy aquí contigo, ahora que tú vas dando vueltas sobre otras camas, en otros lugares, dime, ¿Dónde estás? Ahora que la tormenta ya no existe y ya ni recuerdas qué o quién soy.
Lo que sucede tras la puerta y mientras yo me desgañito a cada instante, muy poco te importa. Y mientras, a cada paso en falso mi voz se destroza e incansable, ningún efecto en ti sucede y todo esto cada silenciosa tarde, augurando una larga noche, sí me entristece.
Hoy por fin lloré y mis párpados, con los recuerdos, humedecieron el cuello de mi camisa, y tú ya no estabas ahí. Asustado y acurrucado junto a la ventana, sobre aquella cama, me escondí. Casi me salto mis normas, y juro que lo intenté mil veces, me prometí no ceder.
Hoy , bajo los mismos rostros desfigurados , las cortinas rasgadas y la agitada luz de los candiles me dije al oído, justo con la calma, justo al atardecer, justo con la luz rojiza de las tardes de septiembre:
Hey, descansa, septiembre sabe empezar.
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