Entramos en un bar y nos vamos quedando solos, tú, nuestras locuras y yo.
Estás preciosa esta noche y lo sabes, claro que lo sabes. Has pensado meticulosamente la forma de mantener mi atención sobre ti. "¿Qué perfume es?"
Mira ahí fuera, el frío empaña los cristales y qué bien sienta estar aquí dentro, piel con piel, mano sobre mano. "Más vino, por favor" Pero bebamos más lento. Más despacio querida. Dejas el carmín de tus labios en la copa y poco puedo hacer.
Mis nervios están a flor de piel, pero no te lo haré saber y aunque se note estaré callado. En silencio y de puntillas late mi corazón. La puerta choca y el último cliente sale.
Visión nublada a cada trago y gráciles sombras reflejadas en la pared que buscan su mirada, que buscan su boca, que buscan robar un beso sin saber por qué.
Brindamos entre las cortinas de terciopelo, como si alguien nos espiase, y nos suben los tonos. Un poco más de rojo, un poco más de púrpura. "Qué bien te sienta el rojo".
Brindamos entre las cortinas de terciopelo, como si alguien nos espiase, y nos suben los tonos. Un poco más de rojo, un poco más de púrpura. "Qué bien te sienta el rojo".
"¿Y después?" No sé siquiera cómo hubo un después, ni como llegamos hasta aquí… No sé por qué tu perfume está en mis sábanas ni sé por qué no olvido tu mirada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario