26 de noviembre de 2014

El diálogo tranquilo y la calma de dos personas que sólo sabían ser fuego en un principio y que ahora, entre palabras, se apaga. Una luz tenue bajo una farola en la esquina parpadea. No se alza ningún grito, no hay palabras más grandes que otras, nadie manda más que nadie, solo hay paz. Nadie sospecha ni se pregunta nada. Sólo miradas que se encierran en un diálogo tranquilo mientras, para los dos, las cosas van cobrando más sentido, un sentido que nadie supo ver. Y mientras el mundo sigue girando ahí fuera, ahí dentro algo se para.

La bruma se hace cada vez más espesa y el reloj sigue dando vueltas, así, poco a poco, somos espectadores de una bella danza de palabras y esperamos las lágrimas sentados y en silencio, a las protagonistas de estos momentos. Ellas lentamente y sin fuerza, salen. Con lentitud y calma, sin prisa, acariciando las mejillas de los dos enamorados como si fueran del cristal más frágil del mundo. Dos enamorados que se quieren de formas diferentes, que se aman el uno al otro y que poco a poco, sin saber qué hacer se alejan del principio.

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