Se esfuma como el bao por la boca en la fría mañana. Se escapa entre la piel el sudor que dejó la noche anterior. Vueltas y vueltas buscando respuestas a una pregunta y no llegan. Vueltas y más vueltas para un zorro al que nunca dijeron la hora de vuelta y entonces, empieza a roerse la pierna por el rugir de sus tripas, y empieza a confundir el día y la noche por sus ganas de que aparezca alguna solución para salir de ese circulo, y no descansa, y sólo piensa.
Esta vez no quiero que se seque el sudor, quiero que se quede... lo necesito, es lo único que me mantiene caliente por ahora, es lo único que me da esperanza ante el largo silencio de mis sentidos frente a la pesadilla de las voces de mi mente, aunque si bien es cierto, el aire de la mañana hace que se enfríe hasta que llego de nuevo a casa y el sudor comienza a brotar... y las noticias para aquel zorro ya son otras, han cambiado...
Horas que parecen años, minutos que parecen meses y en un segundo un bloque frío enorme de hielo quiebra el cuerpo en dos y comienzo a temblar... una alteración terrible de la mente, un constante mirar de noticias, una búsqueda incesante de palabras que me animen, una búsqueda agotadora de respuestas que sólo llegarán ante la espera.
Pobre zorro, aguanta, pobre, no te lo esperabas, aun así... aguanta.