30 de octubre de 2014
Hasta el amanecer
Una sombra espesa me inquieta, me hace perder el control de mis impulsos y deseos más secretos. Me fulmina la diferencia entre lo cierto y lo incierto, lo correcto y lo incorrecto. Mi vida dividida en mitades exactas de métrica justa, rutina absoluta y locura barata.
Mi visión, borrosa en mi mente me hace equivocarme como un inexperto párvulo aprendiendo a sumar y restar de nuevo. Tan lejos de mi propio yo... Sin saber por dónde empezar a sumar. Y a cada palabra incontrolada, mal sumada, de mi boca siento que me alejo un poco más del camino. A cada mano entrecruzada en el cabezal de la cama cubriendo mi cara, siento que las uñas se afilan y se clavan con fuerza, un poco más despacio, sin dulzura. A cada acto incontrolado de mi mente, fugaz, cómica, irreal, siento que me lanzo a un precipicio inventado que ayer no era tan profundo y podía sortear. Recuerdo...
Siento que ya no soy uno y no me atiendo, no me creo, no me comparto, no me tengo ni me protejo. Mis actos ya no concuerdan con mi persona y me olvidan en las tinieblas de un camino incierto donde unos pasos siempre suenan acercándose y pierden el sentido cuando se marchan. Suenan con fuerza y se paran en seco, giran y dan la vuelta con miedo... Cada vez más lejos. Cada vez rápido y más lejos hasta desaparecer por completo y no dejarse ver...
Grito ahí arriba, en la ventana, pero nadie me escucha. Vuelvo a gritar y la afonía acusa, sé que pronto me quedaré sin voz, aun así lo intentaré hasta que el dolor me mate o rompa el sol. Aquí estaré, aquí me esperaré hasta el amanecer.
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