3 de octubre de 2015

Y brindar un poco más.


Me muero por dentro si te veo caminar.
Ligera, etérea, atraviesas el alma sin dudar.
Mi cabeza empieza a volar. Ni lo intentes, ahora es difícil de parar.

Más proximidad, más empiezo a titubear. No te rías de mi.
¿Por qué ese mirar? ¿Qué me dicen esos ojos?, ¿A dónde quieres llegar?
No nos engañemos, disfrutas en este juego donde, a ciencia cierta, tú vas a ganar.

Yo te quiero hablar y qué te cuento. Aún hoy me arrepiento.
¿Dónde nos dejamos el tiempo? Sobre las copas, una tras otra.
Sinceramente, dejo paso a la inconsciencia. Permitid que pierda la razón.

Incontrolables son mis ganas de saltarme cada uno de los pasos.
Ya no sirven ni los consejos de ancianos, ni asambleas de vecinos ilustrados.
Sólo hay ganas de romper el cielo y salirnos del mundo aunque solo dure un segundo…

Antes que callar y mirar tu sonrisa, disculpa, prefiero morderla y morir una noche más.
Y crecerán mis ganas, y crecerán mis ansias pero me regulas con palabras.
Un dedo sobre mis labios me hace callar, y lo acepto. Dejamos paso al silencio.

Aquí, ahora, ni conmigo ni sin ti en ese tira y afloja donde sube el rubor,
y el carmín de tus labios se marca a fuego lento sobre mi cuello. 
No pares, no hay nadie más. Nadie mira ya. Todos duermen.

Y es que nunca desprecié un abrazo oculto entre tus labios.
Y es que tú debes de guardarlos a cuentagotas.
Y es que yo los quiero todos hoy, bailando sobre las sombras.

Ante las centellas de la noche, fugaces, brindamos con champagne.
El sonido del cristal nos parece relajar. Mientras se rellenan las bañeras.
Y te sueltas el pelo. Aquello que nos empuja desde dentro queda fuera.

Pero debí besarte cuando aún pude.
Pero debí olvidarte antes del amanecer.
Pero debí quedarme en casa y no cruzar el portal.

Y quedarme en casa, y brindar un poco más, solo un poco más…

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